Fly


Sofìa Monroy Modelo: Luis Valenzuela Leyva

Lloraré y reiré eternamente por ti

Vibrante algarabía hecha de todas las olas, de todas
Las gargantas, de todos los médanos pintados
Sobre un mural que muere y revive cual ave fénix
De plumas verdes y cuerpo calloso.
Todos los días, lo juro, ¡todos los días!
Reiré por ti…
Plañiré por ti…
Y te cantaré como un bardo de lengua torpe y buenas intenciones
Todos los días, del primero al último.
Tú que sufres y tratas de localizarte en la cueva como
Un murciélago frugívoro sin sonar.
Visiones apocalípticas son tu sabana de viejas desdichas,
Fotografías desenfocadas tu ruego,
Y el silencio una de tus armas con las que hiendes el todo.
Intentas organizarte, desdeñándote, sacando
Las vísceras y cojeando; intentas
Infiltrarte en el cosmos de las profundidades púrpuras
Con un cuadernito y anotaciones al margen.
Por ello lloraré por ti…
Que dolor soportas, tan inconmensurable dolor arrastras
Cual un camello agotado pero belicoso,
Que arrastra duna tras duna,
Hasta vaciar el Sáhara.
Tus ojos fatuos se quiebran en temperaturas altas,
Tu estómago es corroído con el peso de la vacuidad,
Miras el cielo inquiriendo y este no se digna a responder,
Golpeas la rueda de roca todos los días, con dedos bermejos, sonriendo,
Golpeas la roca con martillo gastado,  con tus hijos, circunvalado
Por la oscuridad… sin quejarte.
¡Qué dolor soportas!
¡Lloraré siempre por ti!
Pieles de mujeres, enfermedad, brutalidad, arte.
Todo sangra.
Todo se desgarra, se poluta, se agrieta.
Y tú no reaccionas, te enfrentas desnuda y desarmada al espejo y a los titanes,
A la dama estúpida, al esplín inexorable, a tu alma bullente y sonrosada.
Quisiera curar todas tus cuitas,
Pero me es imposible.

Y aplaudo después de llorar y me carcajeo después de sufrir.
Yo seguiré tus pasos
Tus contorsiones rítmicas frente a la hoguera carmesí
Yo seguiré tus tambores de cuerda, de lana, de trigo,
Yo seguiré tus tambores con las palmas, con mis mandíbulas batientes.
No estorbaré tus dedos geniales,
Que obran sin cesar un instante pensando en hijos lejanos,
No dejaré mis huellas dactilares en la plastilina que modelas,
En la harina, en la piel, en la Belleza,
No sumiré ese arte primitivo de prístinos corazones.
No arruinaré tu felicidad que se desprende en viñas sobre el desierto.
Más bien reiré contigo.
Festejaré tus logros,
Moraré en los aposentos eternos que te han moldeado.
Y brincaré y cantaré hasta que mi garganta
Muera.
Que doblen las campanas de la satisfacción, que doblen,
Que dancen las mujeres hermosas, con sus tiras ondeando,
Con su fresco brote prenatal.
Que dancen las mujeres.
Yo danzaré junto con ellas, detrás del velo, yo cooperaré
Anónimamente.

Todos los días aparecen en los periódicos, en los libros, en el grafiti,
La manera en que lloras y ríes:
Tus muertes, con los ojos hinchados, con el vientre abierto;
Todos los días el dictador te asesina, te viola, te veja;
Te liberas, te levantas, el mundo es un tablero sin reglas,
Sin bordes, donde solapadas sirenas de lustroso cuero azulado
Cantan para que desfallezcas, donde los papelitos estúpidos
Y las cartas insolentes, lideran el pasado y el futuro.
Pero sólo tú sabes como curarte.
Pones una bandita para no sangrar y ya todo está bien,
Que sigan los columpios, los trampolines y el subibaja;
Que sigan las escondidas, el correteo y la barahúnda.
La tierra, como tú, brota de infinitas y veleidosas formas.
Brota, tú brotas:
Tus infinitos disfraces.
Tus muecas.
Tu sangre injusta.
Tu bondad y tu maldad.
Todo, todo.
Los látigos que te fustigan y la nube que te acaricia.
Lloraré y reiré eternamente a tu lado.
Plañiré por tu maldad y tu dolor.
Danzaré al son de tus pianos y tu carcajada…

Luis Ureña Búrquez  

Ana Hernández

Ella


Erika Medina

Sin titulo


Ana Hernández